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En las últimas 48 horas la tragedia ha vuelto a cernir en las aguas canarias y adyacentes. En tan corto periodo temporal 42 personas muertas, entre ellas un bebe y 37 desaparecidas, son el balance provisional de estos dos días, a lo que habrá que sumar las personas hospitalizadas y en condiciones precarias de salud por desidratación, hipotermia, etc.

Hacía años que en la ruta migratoria canaria, la más peligrosa del  mundo, no se producían llegadas continuadas en balsas inflables, las más inestables e inseguras. Producto, sin duda, de los controles reiterados sobre las embarcaciones denominadas cayucos, las más habituales desde que la presión de las políticas europeas y la actuación del FRONTEX,  desplazaron hacia el sur los intentos de entrar en el espacio comunitario. El dolor ocasionado por estas políticas tiene su máximo exponente en el número de personas fallecidas, convirtiendo las aguas territoriales de Canarias y su entorno en una inmensa fosa común en mitad del Océano Atlántico.

En función de las fuentes, las cifras de trabajadores y trabajadoras africanas fallecidas durante 2022 oscilan desde las 559, cifras oficiales, incluídos 22 menores, hasta las denunciadas por ONGs y el movimiento de solidaridad que se acercan a las 1.800. La realidad nadie la conoce pues las desapariciones contínuas, las condiciones de clandestinidad de estos movimientos y el miedo hacen que, en ocasiones, las desapariciones no sean contabilizadas. Se trata de una tragedia de inmensas dimensiones,ante la que la comunidad internacional y las instituciones de derechos humanos callan una y otra vez, como si se tratara de meros accidentes. Son, sin duda, asesinatos cometidos a través de la implementación de sus políticas migratorias. Con el agravante, en esta ocasión, que una de las balsas localizadas en el día de ayer llevaba más de 12 horas solicitando ayuda a los servicios de salvamento marítimo.

En una orilla y en otra, las políticas migratorias se intensifican. Aspectos represivos, la tolerancia en función de la situaciones de las relaciones entre Marruecos y la Unión Europea y/o el estado español, y las  vidas de las personas migrantes son, con absoluto descaro, moneda de cambio de sus necropolíticas.

Esto que ha sucedido a 80 millas de la Costa de Gran Canaria, que derivó en la muerte de más de 40 personas, entre ellos mujeres y niños tras más de doce horas de estar esperando el rescate; no es un hecho aislado. Hace una semana, en aguas del Mar Jónico, la omisión del deber de socorro de una embarcación que se encontraba en aguas de rescate españolas, se cobró la vida de al menos otras 79 personas. No olvidamos, además, que mañana 24 de junio se cumple el primer año de la masacre de Melilla, donde más 37 vidas humanas se dejaron morir en la frontera que separa Nador de Melilla.

La Coordinadora de los Pueblos de la Federación Sindical Mundial, como organizaciones de clase, nos hemos opuesto y nos seguiremos oponiendo sistemáticamente a la agresión a la clase trabajadora, sea de dónde sea y venga de dónde venga. Así como a las políticas europeas racistas, coloniales y neocoloniales hacia el continente Africano y los sures globales.

Manifestamos nuestra indignación por las políticas represivas hacia los trabajadores y trabajadoras migrantes mientras se manifiesta una absoluta tolerancia con la corrupción de los países de origen, tal como quedó patente, el pasado año, con todo lo acontecido entorno al mundial de fútbol. Manifestamos tambiénnuestra solidaridad con las familias de las personas fallecidas y con el conjunto de la clase obrera africana.

Europa debe abrir sus puertas a la población del continente que lleva expoliando más de cinco siglos, asumiendo su responsabilidad y reparando la deuda histórica que tiene con estos pueblos y territorios: la deuda colonial. Por ello, seguiremos luchando por la derogación de la ley de extranjería, el derecho humano a la libre circulación y las vías seguras en las fronteras y por el fín de las políticas migratorias de extermínio estatales y de la Unión Europea, así que los gobiernos español y marroquí dejen de considerar las vidas de las personas migrantes y el territorio y aguas de Canarias como moneda de cambio entre ambos.

Exigimos, en paralelo, el respeto al derecho a vivir en la propia tierra para lo que es necesario que los gobiernos del norte y sus multinacionales dejen de expoliar a los países del sur y, en concreto, al continente africano. Abogamos por el derecho de los pueblos a vivir en paz y dignamente, el derecho a la soberanía sobre sus recursos, su derecho a la autodeterminación y la independencia nacional.

Finalmente, repudiamos este accionar como parte de la expansión del poder de una ultraderecha racista y xenófoba a escala europea. Toda nuestra solidaridad de clase internacionalista y antirracista a los pueblos, comunidades y personas que enfrentan este genocídio estructural.

 

Coordinadora de los pueblos de la Federación Sindical Mundial; Euskal Herria, Països Catalans, Canarias y Galiza, twitter.com/@FSM_Pueblos

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